Con el transito del tiempo y la experiencia, cada persona se va conociendo mas a sí misma. Al conocerse, uno descubre sus debilidades y fortalezas, las combate, las refuerza, en fin… acomoda sus cualidades de tal forma que sean favorables. Pero hay cosas que encajan como defecto tanto como virtud. Mi posición ante un obstáculo tiene esa característica. Una mente calculadora que enfoca el problema de varios ángulos, una perspectiva que agota las posibilidades de perder… y un coraje acompañado de varios respiros profundos y agitados cuando no logro lo deseado. Por suerte el enojo no pasa de un tiempo corto y ahora me hallaba mas tranquilo, enfocando el asunto desde otra perspectiva.
- Este calor hace que la cabeza le duela a cualquiera.
- Por las noches hace frío… si no consigues pasar te refrescaras bajo el manto nocturno.
- Ja! No te daré ese placer.
- Muchacho, reflexiona lo que has hecho, estuvo bien pero dejaste algunas cosas de lado.
- La unión hizo la fuerza, destrozamos los ladrillos, sí. Si fuera todo de ladrillo ya mismo estaríamos del otro lado…pero ese maldito granito.
- “Buscar, buscar, buscar…” ¿Eso es lo necesario para encontrar verdad?
- Sí, ¿acaso hay otra cosa?
- Lo descubrirás solo, te ayudare si deseas, pero las respuestas las obtendrás tú mismo.
- Gracias.
- Descuida, no te rindas. Mantén la cabeza en alto.
“Mantén la cabeza en alto”. Primero fue un “la unión hace la fuerza” y ahora era un “mantén la cabeza en alto”. Tenía la impresión de que el anciano revelaba el método ganador de a pedazos. “Mantén la cabeza en alto.”
En alto…en lo alto solo estaba el final de muralla y las nubes que la ocultaban. Si hubo personas que lograron pasar definitivamente no fue derribando la muralla. Sólo quedaba subir. Era tan elevada la muralla que apenas despegando del suelo uno quedaba sin fuerzas. Sin fuerzas… “la unión hace la fuerza”…escalar… “mantén la cabeza en alto”.
- ¡Lo tengo!, se tiene que subir… juntos, como relevos. – fui hasta las personas que quedaban. – si aun desean cruzar tengo otro y mejor plan.
- ¿Cuál? – dijo con cierta molestia una señora delgada.
- El muro es indestructible pero se puede escalar, vean esas salientes.
- Es demasiado alto, no podremos.
- Ese es el detalle, tenemos las cuerdas y el trabajo en equipo.
- ¿Y qué se supone que haremos? ¿Atar el muro?
- No, nos ataremos entre nosotros. Miren, los mas fuertes irán arriba, jalando a los demás, cuando los primeros se cansen cambiaremos de lugar… todos escalaremos, solo que uniremos fuerzas para hacerlo mas fácil.
- ¿Eso se puede? – dijo la mujer.
- Yo he visto eso y si sirve – dijo un niño.
- ¿Lo ve? Cuando nos cansemos no caeremos, es mas seguro.
- A mi no me convence.
- Ni a mi – dijo otro.
Dos figuras se alejaron.
- Quedamos nosotros. ¿qué dicen?
- Está bien… podemos intentarlo.
- Perfecto, descansemos y buscaremos mas personas que nos ayuden.
El cielo se fue tornando naranja de un extremo, era la hora de comenzar. Atados a cuerdas por la cintura y uniendo las mismas cuerdas entre sí, empezamos a escalar. Con paso firme uno a uno dejamos metros bajo los pies. Sudor, polvo, perseverancia. Cambiamos de lugar, seguimos subiendo. Tanto por llegar al otro lado como por el miedo a caer, todos dimos lo mejor de nosotros. En poco tiempo estuvimos mucho mas arriba de donde yo había llegado, mas arriba de donde el hombre de la mañana o el de la noche anterior llegaron. Y la altura ya era escalofriante, el viento aceleraba, agitaba las cuerdas, el cabello…
- ¡No se rindan, vamos bien!
- Estoy empezando a cansarme, necesito relevo.
- Yo lo haré.
Más y más arriba. Matices rojos invadieron los dorados bordes del sol. La muralla parecía nunca acabar. Las salientes eran menos. Pronto dejamos de ser dos hileras horizontales ascendiendo para ser una mancha perdida en la grandeza gris de la muralla.
- Sigan, no debe estar lejos el borde.
- Siento calambres.
- Estoy agotada
- Solo esfuércense un poco más.
Mas no se podía, el esfuerzo era destructivo. Poco a poco perdimos velocidad y aliento. Empezaron los dolores, los desmayos. Al cabo de unos minutos pendían de las sogas cuerpos inconcientes que iban en aumento.
- ¡Esto fue demasiado lejos! ¡Es suicida!
- ¡Tenemos que bajar antes de que estemos perdidos!
Pero yo no quería, no. Era mi meta, mi camino, mi destino. Mi… Razoné. Egoísta, estaba siendo egoísta. No podía dejar que las cuatro únicas personas que aun desgarraban sus músculos, jalando a los demás, caigan y nos fuéramos todos al cuerno.
- ¡Tienes razón! No debemos arriesgarnos más.
Y el final de la muralla ni se notaba. Una derrota mas que no acababa ahí, pues ahora debíamos bajar de tal manera que no nos desprendiésemos.
- Con cuidado, no miren abajo.
- Imposible, si no lo hacemos pisaremos el vacío y adiós.
No se como ni en cuanto tiempo lo hicimos, pero conseguimos bajar hasta donde ya se podía mirar el suelo. Sabíamos que estaba ahí, sonriéndonos con malicia, faltaba tan poco para llegar. Caímos. Rendidos, derrotados nuevamente, vivos… ¿Desastroso verdad? Pues sí, así sucedió. Apenas si pudimos respirar.
Las nubes cobrizas lentamente recorrían el cielo, como si se detuviesen para observar ese montón de carne atada que éramos. Lo recordé, lo recordé… no era fácil no hacerlo, pero esas nubes, las mismas nubes.
Corrían las siete de la mañana, dormía. El día anterior tuve una conversación con uno de mis profesores, le pedí que me concediese un plazo extra para presentarle un trabajo importante. Desde que llegue puse toda mi concentración en terminar el trabajo, apenas pude meterme algo en el estómago. Así me pasé de largo hasta la madrugada, cuando al fin pude poner el punto final y cerrar los ojos. Desperté y miré por la ventana, el cielo se veía claro. Un súbito respiro me puso de pie, vi el radio-despertador: apagado. Presioné el interruptor pero el foco no encendió, no había fluido eléctrico. Casi pego un grito al cielo por tal calamidad. Sólo el reloj de pulsera era testigo del correr del tiempo, mis manos rápidas cambiaban mis ropas y mis pies iban de un lado a otro como si en mi desesperación pudiese detener la corriente de minutos. Estaba por salir cuando note una mancha en la manga de la camisa. ¿Había tiempo para cambiarme? Dudé. No tenia tiempo que perder, no podía ir así, luego de entregar el trabajo debía ir a otro lugar. Maldiciendo, entré veloz a la habitación y me cambie. Cinco minutos después estaba en el paradero esperando el bus.
Pasaban todas las líneas de la zona, menos la que me llevaba. La gente tal vez noto mi nerviosismo (no era difícil, con los gestos que hacía) pues se alejaron a un extremo. Por fin pude divisar el bus que venía… venía, se detuvo. Se detuvo obviamente donde mas gente había, corriendo fui pero no pude entrar, el bus estaba lleno. Colérico despedí un golpe contra un panel publicitario. Otro bus de la misma línea se aproximo y paso de frente, estaba lleno. Era inútil, tardaría media hora en hallar un bus con espacio para ir. La única alternativa que me quedaba era ir al paradero anterior, antes que el resto de gente colme la capacidad del vehiculo.
Al faltar poco para llegar vi esas cintas amarillas y conos naranjas que se colocan en lugares peligrosos, una tubería principal que pasaba por aquel paradero estaba en reparación y el paradero fue deshabilitado. Tendría que regresar o ir al que estaba una cuadra más allá. A paso rápido avance entre los bloques de asfalto roto. Pocos metros delante de mí, una señora mayor se abría camino de la misma manera, traía un bolso pequeño y lleno. El mismo bolso capturo la atención de un sujeto que se encontraba cerca. Percatándome que un robo sucedería, trate de rodear el lugar por otra dirección. El sujeto se aproximo como cualquier transeúnte, estando cerca se lanzo contra el bolso y de un tirón la saco del hombro. La señora en una rápida reacción giro y agarro el bolso por la correa, forcejeando. Sin siquiera voltear, el tipo empujo a la señora con un brusco movimiento del brazo y emprendió la huida. La mujer producto del empuje cayó a un agujero de poca altura, lanzaba unos gritos potentes, quede congelado. El bus pasó delante, casi lleno. Tenia el reloj atacándome, debía entregar el trabajo e ir luego al otro lugar. Y los gritos…los gritos. Fingí no oír avance, con los puños apretados, con la mirada perdida en el paradero.
- ¡Ayúdenme, mi hijo!
Aquel grito me detuvo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué esa actitud egoísta? No provoque la caída no el robo, pero estaba ahí. Vi lo sucedido. Podía auxiliarla. El tiempo, perdería la última oportunidad de entregar el trabajo.
- Tranquilícese, la ayudare.
- Con cuidado por favor, creo que me torcí la columna y llevo un niño de tres meses.
Fue la respuesta a la situación. Dejando a un lado la mochila, baje y ayude a la mujer a ponerse en una posición que no agravara su estado. Tenia razón, se había lastimado la espalda, así no podría sacarla sin empeorar el traumatismo.
- Respire profundo y espere un momento, iré por ayuda.
Olvidando mis cosas corrí hasta el paradero golpeándome con las ramas de los jardincitos de la cuadra. Llegué, vi el autobús… la gente abordando…
- Sujétale las piernas con cuidado.
- No se preocupe, señora, ahora mismo la sacaremos hemos llamado a una ambulancia, no debe tardar en llegar.
- Gracias jóvenes, gracias. No quiero perder este niño. ¡Y a mi edad! Es un milagro estar gestando.
La echamos en una banca del paradero. No mucho tiempo después la sirena de la carro medico hizo su anuncio. Y ahí iba…iba. El vehiculo se perdió de prisa en una esquina. Yo, con la ropa llena de tierra, húmeda. Tomé la mochila y fui al paradero siguiente.
- Este calor hace que la cabeza le duela a cualquiera.
- Por las noches hace frío… si no consigues pasar te refrescaras bajo el manto nocturno.
- Ja! No te daré ese placer.
- Muchacho, reflexiona lo que has hecho, estuvo bien pero dejaste algunas cosas de lado.
- La unión hizo la fuerza, destrozamos los ladrillos, sí. Si fuera todo de ladrillo ya mismo estaríamos del otro lado…pero ese maldito granito.
- “Buscar, buscar, buscar…” ¿Eso es lo necesario para encontrar verdad?
- Sí, ¿acaso hay otra cosa?
- Lo descubrirás solo, te ayudare si deseas, pero las respuestas las obtendrás tú mismo.
- Gracias.
- Descuida, no te rindas. Mantén la cabeza en alto.
“Mantén la cabeza en alto”. Primero fue un “la unión hace la fuerza” y ahora era un “mantén la cabeza en alto”. Tenía la impresión de que el anciano revelaba el método ganador de a pedazos. “Mantén la cabeza en alto.”
En alto…en lo alto solo estaba el final de muralla y las nubes que la ocultaban. Si hubo personas que lograron pasar definitivamente no fue derribando la muralla. Sólo quedaba subir. Era tan elevada la muralla que apenas despegando del suelo uno quedaba sin fuerzas. Sin fuerzas… “la unión hace la fuerza”…escalar… “mantén la cabeza en alto”.
- ¡Lo tengo!, se tiene que subir… juntos, como relevos. – fui hasta las personas que quedaban. – si aun desean cruzar tengo otro y mejor plan.
- ¿Cuál? – dijo con cierta molestia una señora delgada.
- El muro es indestructible pero se puede escalar, vean esas salientes.
- Es demasiado alto, no podremos.
- Ese es el detalle, tenemos las cuerdas y el trabajo en equipo.
- ¿Y qué se supone que haremos? ¿Atar el muro?
- No, nos ataremos entre nosotros. Miren, los mas fuertes irán arriba, jalando a los demás, cuando los primeros se cansen cambiaremos de lugar… todos escalaremos, solo que uniremos fuerzas para hacerlo mas fácil.
- ¿Eso se puede? – dijo la mujer.
- Yo he visto eso y si sirve – dijo un niño.
- ¿Lo ve? Cuando nos cansemos no caeremos, es mas seguro.
- A mi no me convence.
- Ni a mi – dijo otro.
Dos figuras se alejaron.
- Quedamos nosotros. ¿qué dicen?
- Está bien… podemos intentarlo.
- Perfecto, descansemos y buscaremos mas personas que nos ayuden.
El cielo se fue tornando naranja de un extremo, era la hora de comenzar. Atados a cuerdas por la cintura y uniendo las mismas cuerdas entre sí, empezamos a escalar. Con paso firme uno a uno dejamos metros bajo los pies. Sudor, polvo, perseverancia. Cambiamos de lugar, seguimos subiendo. Tanto por llegar al otro lado como por el miedo a caer, todos dimos lo mejor de nosotros. En poco tiempo estuvimos mucho mas arriba de donde yo había llegado, mas arriba de donde el hombre de la mañana o el de la noche anterior llegaron. Y la altura ya era escalofriante, el viento aceleraba, agitaba las cuerdas, el cabello…
- ¡No se rindan, vamos bien!
- Estoy empezando a cansarme, necesito relevo.
- Yo lo haré.
Más y más arriba. Matices rojos invadieron los dorados bordes del sol. La muralla parecía nunca acabar. Las salientes eran menos. Pronto dejamos de ser dos hileras horizontales ascendiendo para ser una mancha perdida en la grandeza gris de la muralla.
- Sigan, no debe estar lejos el borde.
- Siento calambres.
- Estoy agotada
- Solo esfuércense un poco más.
Mas no se podía, el esfuerzo era destructivo. Poco a poco perdimos velocidad y aliento. Empezaron los dolores, los desmayos. Al cabo de unos minutos pendían de las sogas cuerpos inconcientes que iban en aumento.
- ¡Esto fue demasiado lejos! ¡Es suicida!
- ¡Tenemos que bajar antes de que estemos perdidos!
Pero yo no quería, no. Era mi meta, mi camino, mi destino. Mi… Razoné. Egoísta, estaba siendo egoísta. No podía dejar que las cuatro únicas personas que aun desgarraban sus músculos, jalando a los demás, caigan y nos fuéramos todos al cuerno.
- ¡Tienes razón! No debemos arriesgarnos más.
Y el final de la muralla ni se notaba. Una derrota mas que no acababa ahí, pues ahora debíamos bajar de tal manera que no nos desprendiésemos.
- Con cuidado, no miren abajo.
- Imposible, si no lo hacemos pisaremos el vacío y adiós.
No se como ni en cuanto tiempo lo hicimos, pero conseguimos bajar hasta donde ya se podía mirar el suelo. Sabíamos que estaba ahí, sonriéndonos con malicia, faltaba tan poco para llegar. Caímos. Rendidos, derrotados nuevamente, vivos… ¿Desastroso verdad? Pues sí, así sucedió. Apenas si pudimos respirar.
Las nubes cobrizas lentamente recorrían el cielo, como si se detuviesen para observar ese montón de carne atada que éramos. Lo recordé, lo recordé… no era fácil no hacerlo, pero esas nubes, las mismas nubes.
Corrían las siete de la mañana, dormía. El día anterior tuve una conversación con uno de mis profesores, le pedí que me concediese un plazo extra para presentarle un trabajo importante. Desde que llegue puse toda mi concentración en terminar el trabajo, apenas pude meterme algo en el estómago. Así me pasé de largo hasta la madrugada, cuando al fin pude poner el punto final y cerrar los ojos. Desperté y miré por la ventana, el cielo se veía claro. Un súbito respiro me puso de pie, vi el radio-despertador: apagado. Presioné el interruptor pero el foco no encendió, no había fluido eléctrico. Casi pego un grito al cielo por tal calamidad. Sólo el reloj de pulsera era testigo del correr del tiempo, mis manos rápidas cambiaban mis ropas y mis pies iban de un lado a otro como si en mi desesperación pudiese detener la corriente de minutos. Estaba por salir cuando note una mancha en la manga de la camisa. ¿Había tiempo para cambiarme? Dudé. No tenia tiempo que perder, no podía ir así, luego de entregar el trabajo debía ir a otro lugar. Maldiciendo, entré veloz a la habitación y me cambie. Cinco minutos después estaba en el paradero esperando el bus.
Pasaban todas las líneas de la zona, menos la que me llevaba. La gente tal vez noto mi nerviosismo (no era difícil, con los gestos que hacía) pues se alejaron a un extremo. Por fin pude divisar el bus que venía… venía, se detuvo. Se detuvo obviamente donde mas gente había, corriendo fui pero no pude entrar, el bus estaba lleno. Colérico despedí un golpe contra un panel publicitario. Otro bus de la misma línea se aproximo y paso de frente, estaba lleno. Era inútil, tardaría media hora en hallar un bus con espacio para ir. La única alternativa que me quedaba era ir al paradero anterior, antes que el resto de gente colme la capacidad del vehiculo.
Al faltar poco para llegar vi esas cintas amarillas y conos naranjas que se colocan en lugares peligrosos, una tubería principal que pasaba por aquel paradero estaba en reparación y el paradero fue deshabilitado. Tendría que regresar o ir al que estaba una cuadra más allá. A paso rápido avance entre los bloques de asfalto roto. Pocos metros delante de mí, una señora mayor se abría camino de la misma manera, traía un bolso pequeño y lleno. El mismo bolso capturo la atención de un sujeto que se encontraba cerca. Percatándome que un robo sucedería, trate de rodear el lugar por otra dirección. El sujeto se aproximo como cualquier transeúnte, estando cerca se lanzo contra el bolso y de un tirón la saco del hombro. La señora en una rápida reacción giro y agarro el bolso por la correa, forcejeando. Sin siquiera voltear, el tipo empujo a la señora con un brusco movimiento del brazo y emprendió la huida. La mujer producto del empuje cayó a un agujero de poca altura, lanzaba unos gritos potentes, quede congelado. El bus pasó delante, casi lleno. Tenia el reloj atacándome, debía entregar el trabajo e ir luego al otro lugar. Y los gritos…los gritos. Fingí no oír avance, con los puños apretados, con la mirada perdida en el paradero.
- ¡Ayúdenme, mi hijo!
Aquel grito me detuvo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué esa actitud egoísta? No provoque la caída no el robo, pero estaba ahí. Vi lo sucedido. Podía auxiliarla. El tiempo, perdería la última oportunidad de entregar el trabajo.
- Tranquilícese, la ayudare.
- Con cuidado por favor, creo que me torcí la columna y llevo un niño de tres meses.
Fue la respuesta a la situación. Dejando a un lado la mochila, baje y ayude a la mujer a ponerse en una posición que no agravara su estado. Tenia razón, se había lastimado la espalda, así no podría sacarla sin empeorar el traumatismo.
- Respire profundo y espere un momento, iré por ayuda.
Olvidando mis cosas corrí hasta el paradero golpeándome con las ramas de los jardincitos de la cuadra. Llegué, vi el autobús… la gente abordando…
- Sujétale las piernas con cuidado.
- No se preocupe, señora, ahora mismo la sacaremos hemos llamado a una ambulancia, no debe tardar en llegar.
- Gracias jóvenes, gracias. No quiero perder este niño. ¡Y a mi edad! Es un milagro estar gestando.
La echamos en una banca del paradero. No mucho tiempo después la sirena de la carro medico hizo su anuncio. Y ahí iba…iba. El vehiculo se perdió de prisa en una esquina. Yo, con la ropa llena de tierra, húmeda. Tomé la mochila y fui al paradero siguiente.
3 comentarios:
Hola!
Como me alegro de mis lectores disfrutan de todo lo que he dicho, más bien como un llamado divino ...
Ah ... amaba su puesto, muy completo, muy difícil ...
Gracias por la atención ...
besos
=] *
muy interesante, enserio te paso eso? vaya, creo que yo no ubiera tenido el valor de hacer eso!
lo de pisco..creo que como el terremoto de pisco no, algo más suave, mucho más suave, la verdad nose como describirlo, yo nunca he estado en un terremoto, lo unico que se es de lo que mi mamá me conto, en el terrmoto del 70' en ancash!
no demores en escribir!
me encanta tu forma de escribir!
y tu comentario, y la partecita de la cancion que me pusiste me identifica mucho, muchas gracias y ya me estoy descargando el tema!
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