lunes, abril 13, 2009

La Muralla (pt. 6)

Medio sol se ocultaba en las sinuosas curvas del horizonte. Alcé el rostro. No quedaba nadie, nadie. Solo el anciano en su roca, mirando una lagartija en la tierra.

- Mírala, tan poco que comer y beber, y aun así esta viva.

Quedé callado. Me dolía todo, hasta el orgullo.

- ¿Sabes por que sigues acá? Porque no quieres ir por donde va el resto, porque sabes que debes ir tras la muralla.
- ¿Qué debo hacer, que debo hacer? ¿Cavar un túnel? ¿Lanzarme con una catapulta? ¿Poner dinamita, un taladro, golpear hasta reventarme la carne y los huesos?
- Estos animales se alimentan de cadáveres andantes. De aquellos que pierden la esperanza en todo, es su labor. Si quisieran podrían ir a otro lugar, pero no lo hacen, saben que muchos se rinden aquí y siempre habrá carne fresca.
- Son bichos conformistas, nada más. No piensan.
- Mmh... más o menos. No hacen otra cosa porque no saben nada más. – la lagartija exploraba la tierra. – tienes unas fuertes escamas.
- ¿Lle hablas a ese animalejo?
- No, te hablo a ti. Aquí solo se quedan los carroñeros y los bichos rastreros. Como no creo que comas muertos solo te queda la otra alternativa.
- ¡Caramba! Ahora me llamas reptil.
- Tú elijes. O enfrentas las adversidades y vas tras tu meta… o acostúmbrate a caminar en cuatro patas.
- He hecho todo lo posible, nada funciona.
- Muchacho, cuando llegaste te hice una pregunta y la repetí. Haz respondido bien, pero olvidas ciertas cosas.
- ¿Cuáles? Las personas seguimos nuestro camino, hacia allá vamos. No tenemos que pensar cada paso sino estaríamos estáticos haciendo cálculos en el mismo lugar.
- Eso esta bien, piensas de una manera correcta. No debes parar, pero no puedes ir a ciegas.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿si consigues cruzar, como harás para que te dé la brújula?
- Pues… no pensé en eso.
- Entonces te la daré ahora, si no pasas me la devuelves. Sácala de la bolsa.

Abrí la bolsa y encontré varias cajas cerradas.

- ¿En cual de esas está?

- ¿Acaso no sabes donde está? Pensé que para encontrar algo se debe “buscar, buscar, buscar”. Vamos. ¿Qué esperas?
- Búrlate, verás que la encontraré.

Revise una a una las cajas, tenían cosas verdaderamente extrañas y en ningún lado se veía la brújula.

- ¿Y bien?
- Hiciste trampa, aquí no hay ninguna brújula.
- Si que la hay, ¿has buscado bien?
- Claro que sí, mira. Solo hay hiervas, engranes, tornillos, chatarra, papeles… y estas cosas que no se qué son.
- “Buscar, buscar, buscar”, seguiste el procedimiento, pasaste la brújula por tus manos y no la encontraste.
- ¿Estas cosas raras son brújulas?
- No. Eso que llamaste chatarra es la brújula… en pedazos. Buscar es solo parte del método, la otra parte es saber qué estas buscando. Si estuvieses frente a una puerta que se abre con cierto tipo de llave, pero no supieras cual es esa llave, no te serviría de gran cosa buscar y buscar.

¿Esa era la razón por la que no pase? ¿Eso es lo que me faltaba? Miles de preguntas y conclusiones explotaron en mi cabeza. El ruidote la lagartija entre los metales me sacó de la cascada de sinapsis.

- No creo que me quede a reptar contigo. – miré al anciano. – Arma la brújula, el sol esta a punto de ocultarse, la apuesta aun no la pierdo.
- Con gusto.

Vientos fríos ya soplaban barriendo mis dudas. El dolor apenas había disminuido pero estaba en pie, mirando nuevamente la muralla, con una parte de los ladrillos hecha pedazos, con el ariete abandonado a unos pasos, las sogas tiradas entre las rocas… y su gran tamaño.

- Toma, date prisa o tendrás que devolvérmela.
- No sucederá. Gracias por la ayuda. – estrechamos las manos. – Bueno, ahí voy.

Caminé hacia la muralla, listo para enfrentar de nuevo la prueba. Para subir, manteniendo la cabeza en alto…

miércoles, abril 01, 2009

La Muralla (pt. 5)


Con el transito del tiempo y la experiencia, cada persona se va conociendo mas a sí misma. Al conocerse, uno descubre sus debilidades y fortalezas, las combate, las refuerza, en fin… acomoda sus cualidades de tal forma que sean favorables. Pero hay cosas que encajan como defecto tanto como virtud. Mi posición ante un obstáculo tiene esa característica. Una mente calculadora que enfoca el problema de varios ángulos, una perspectiva que agota las posibilidades de perder… y un coraje acompañado de varios respiros profundos y agitados cuando no logro lo deseado. Por suerte el enojo no pasa de un tiempo corto y ahora me hallaba mas tranquilo, enfocando el asunto desde otra perspectiva.

- Este calor hace que la cabeza le duela a cualquiera.
- Por las noches hace frío… si no consigues pasar te refrescaras bajo el manto nocturno.
- Ja! No te daré ese placer.
- Muchacho, reflexiona lo que has hecho, estuvo bien pero dejaste algunas cosas de lado.
- La unión hizo la fuerza, destrozamos los ladrillos, sí. Si fuera todo de ladrillo ya mismo estaríamos del otro lado…pero ese maldito granito.
- “Buscar, buscar, buscar…” ¿Eso es lo necesario para encontrar verdad?
- Sí, ¿acaso hay otra cosa?
- Lo descubrirás solo, te ayudare si deseas, pero las respuestas las obtendrás tú mismo.
- Gracias.
- Descuida, no te rindas. Mantén la cabeza en alto.

“Mantén la cabeza en alto”. Primero fue un “la unión hace la fuerza” y ahora era un “mantén la cabeza en alto”. Tenía la impresión de que el anciano revelaba el método ganador de a pedazos. “Mantén la cabeza en alto.”

En alto…en lo alto solo estaba el final de muralla y las nubes que la ocultaban. Si hubo personas que lograron pasar definitivamente no fue derribando la muralla. Sólo quedaba subir. Era tan elevada la muralla que apenas despegando del suelo uno quedaba sin fuerzas. Sin fuerzas… “la unión hace la fuerza”…escalar… “mantén la cabeza en alto”.

- ¡Lo tengo!, se tiene que subir… juntos, como relevos. – fui hasta las personas que quedaban. – si aun desean cruzar tengo otro y mejor plan.
- ¿Cuál? – dijo con cierta molestia una señora delgada.
- El muro es indestructible pero se puede escalar, vean esas salientes.
- Es demasiado alto, no podremos.
- Ese es el detalle, tenemos las cuerdas y el trabajo en equipo.
- ¿Y qué se supone que haremos? ¿Atar el muro?
- No, nos ataremos entre nosotros. Miren, los mas fuertes irán arriba, jalando a los demás, cuando los primeros se cansen cambiaremos de lugar… todos escalaremos, solo que uniremos fuerzas para hacerlo mas fácil.
- ¿Eso se puede? – dijo la mujer.
- Yo he visto eso y si sirve – dijo un niño.
- ¿Lo ve? Cuando nos cansemos no caeremos, es mas seguro.
- A mi no me convence.
- Ni a mi – dijo otro.

Dos figuras se alejaron.

- Quedamos nosotros. ¿qué dicen?
- Está bien… podemos intentarlo.
- Perfecto, descansemos y buscaremos mas personas que nos ayuden.

El cielo se fue tornando naranja de un extremo, era la hora de comenzar. Atados a cuerdas por la cintura y uniendo las mismas cuerdas entre sí, empezamos a escalar. Con paso firme uno a uno dejamos metros bajo los pies. Sudor, polvo, perseverancia. Cambiamos de lugar, seguimos subiendo. Tanto por llegar al otro lado como por el miedo a caer, todos dimos lo mejor de nosotros. En poco tiempo estuvimos mucho mas arriba de donde yo había llegado, mas arriba de donde el hombre de la mañana o el de la noche anterior llegaron. Y la altura ya era escalofriante, el viento aceleraba, agitaba las cuerdas, el cabello…

- ¡No se rindan, vamos bien!
- Estoy empezando a cansarme, necesito relevo.
- Yo lo haré.

Más y más arriba. Matices rojos invadieron los dorados bordes del sol. La muralla parecía nunca acabar. Las salientes eran menos. Pronto dejamos de ser dos hileras horizontales ascendiendo para ser una mancha perdida en la grandeza gris de la muralla.

- Sigan, no debe estar lejos el borde.
- Siento calambres.
- Estoy agotada
- Solo esfuércense un poco más.

Mas no se podía, el esfuerzo era destructivo. Poco a poco perdimos velocidad y aliento. Empezaron los dolores, los desmayos. Al cabo de unos minutos pendían de las sogas cuerpos inconcientes que iban en aumento.

- ¡Esto fue demasiado lejos! ¡Es suicida!
- ¡Tenemos que bajar antes de que estemos perdidos!

Pero yo no quería, no. Era mi meta, mi camino, mi destino. Mi… Razoné. Egoísta, estaba siendo egoísta. No podía dejar que las cuatro únicas personas que aun desgarraban sus músculos, jalando a los demás, caigan y nos fuéramos todos al cuerno.

- ¡Tienes razón! No debemos arriesgarnos más.

Y el final de la muralla ni se notaba. Una derrota mas que no acababa ahí, pues ahora
debíamos bajar de tal manera que no nos desprendiésemos.

- Con cuidado, no miren abajo.
- Imposible, si no lo hacemos pisaremos el vacío y adiós.

No se como ni en cuanto tiempo lo hicimos, pero conseguimos bajar hasta donde ya se podía mirar el suelo. Sabíamos que estaba ahí, sonriéndonos con malicia, faltaba tan poco para llegar. Caímos. Rendidos, derrotados nuevamente, vivos… ¿Desastroso verdad? Pues sí, así sucedió. Apenas si pudimos respirar.

Las nubes cobrizas lentamente recorrían el cielo, como si se detuviesen para observar ese montón de carne atada que éramos. Lo recordé, lo recordé… no era fácil no hacerlo, pero esas nubes, las mismas nubes.

Corrían las siete de la mañana, dormía. El día anterior tuve una conversación con uno de mis profesores, le pedí que me concediese un plazo extra para presentarle un trabajo importante. Desde que llegue puse toda mi concentración en terminar el trabajo, apenas pude meterme algo en el estómago. Así me pasé de largo hasta la madrugada, cuando al fin pude poner el punto final y cerrar los ojos. Desperté y miré por la ventana, el cielo se veía claro. Un súbito respiro me puso de pie, vi el radio-despertador: apagado. Presioné el interruptor pero el foco no encendió, no había fluido eléctrico. Casi pego un grito al cielo por tal calamidad. Sólo el reloj de pulsera era testigo del correr del tiempo, mis manos rápidas cambiaban mis ropas y mis pies iban de un lado a otro como si en mi desesperación pudiese detener la corriente de minutos. Estaba por salir cuando note una mancha en la manga de la camisa. ¿Había tiempo para cambiarme? Dudé. No tenia tiempo que perder, no podía ir así, luego de entregar el trabajo debía ir a otro lugar. Maldiciendo, entré veloz a la habitación y me cambie. Cinco minutos después estaba en el paradero esperando el bus.

Pasaban todas las líneas de la zona, menos la que me llevaba. La gente tal vez noto mi nerviosismo (no era difícil, con los gestos que hacía) pues se alejaron a un extremo. Por fin pude divisar el bus que venía… venía, se detuvo. Se detuvo obviamente donde mas gente había, corriendo fui pero no pude entrar, el bus estaba lleno. Colérico despedí un golpe contra un panel publicitario. Otro bus de la misma línea se aproximo y paso de frente, estaba lleno. Era inútil, tardaría media hora en hallar un bus con espacio para ir. La única alternativa que me quedaba era ir al paradero anterior, antes que el resto de gente colme la capacidad del vehiculo.

Al faltar poco para llegar vi esas cintas amarillas y conos naranjas que se colocan en lugares peligrosos, una tubería principal que pasaba por aquel paradero estaba en reparación y el paradero fue deshabilitado. Tendría que regresar o ir al que estaba una cuadra más allá. A paso rápido avance entre los bloques de asfalto roto. Pocos metros delante de mí, una señora mayor se abría camino de la misma manera, traía un bolso pequeño y lleno. El mismo bolso capturo la atención de un sujeto que se encontraba cerca. Percatándome que un robo sucedería, trate de rodear el lugar por otra dirección. El sujeto se aproximo como cualquier transeúnte, estando cerca se lanzo contra el bolso y de un tirón la saco del hombro. La señora en una rápida reacción giro y agarro el bolso por la correa, forcejeando. Sin siquiera voltear, el tipo empujo a la señora con un brusco movimiento del brazo y emprendió la huida. La mujer producto del empuje cayó a un agujero de poca altura, lanzaba unos gritos potentes, quede congelado. El bus pasó delante, casi lleno. Tenia el reloj atacándome, debía entregar el trabajo e ir luego al otro lugar. Y los gritos…los gritos. Fingí no oír avance, con los puños apretados, con la mirada perdida en el paradero.

- ¡Ayúdenme, mi hijo!

Aquel grito me detuvo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué esa actitud egoísta? No provoque la caída no el robo, pero estaba ahí. Vi lo sucedido. Podía auxiliarla. El tiempo, perdería la última oportunidad de entregar el trabajo.

- Tranquilícese, la ayudare.
- Con cuidado por favor, creo que me torcí la columna y llevo un niño de tres meses.

Fue la respuesta a la situación. Dejando a un lado la mochila, baje y ayude a la mujer a ponerse en una posición que no agravara su estado. Tenia razón, se había lastimado la espalda, así no podría sacarla sin empeorar el traumatismo.

- Respire profundo y espere un momento, iré por ayuda.

Olvidando mis cosas corrí hasta el paradero golpeándome con las ramas de los jardincitos de la cuadra. Llegué, vi el autobús… la gente abordando…

- Sujétale las piernas con cuidado.
- No se preocupe, señora, ahora mismo la sacaremos hemos llamado a una ambulancia, no debe tardar en llegar.
- Gracias jóvenes, gracias. No quiero perder este niño. ¡Y a mi edad! Es un milagro estar gestando.

La echamos en una banca del paradero. No mucho tiempo después la sirena de la carro medico hizo su anuncio. Y ahí iba…iba. El vehiculo se perdió de prisa en una esquina. Yo, con la ropa llena de tierra, húmeda. Tomé la mochila y fui al paradero siguiente.